Era la hora de partir
y lo hice.
Dejé atrás sólo la estela disuelta
de recuerdos,
tan hastiada de errores que el remordimiento
era un universo hueco de silencio.
Era el tiempo de morir
y no supe.
Me llamaba la otra orilla a ser de nuevo
un extranjero,
pero mis brazos pesaban
como pesan los pecados de hielo
Era el momento de sentir
y no quise.
Sólo el maldito deseo de vencer
este deseo,
borrar cada mañana el vaho que trae tu espejo,
vencer la locura que me infligiste
y acunar este parasiempre tan fugaz
que quién sabe si sobrevivirá
más allá de mi último aliento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario